Romanticismo literario

ROMANTICISMO


Contexto histórico-político


El siglo XIX es testigo de trascendentes hechos históricos que significan un cambio cualitativo y cuantitativo en la estructura de la sociedad. La anterior centuria había regido la nobleza como clase dominante indiscutible, la aristocracia favorecida por el sistema de gobierno monárquico y aliada al poder temporal y espiritual de la Iglesia formaron lo que se dio en llamar “L’Ancien Régime”; mientras que el siglo XIX ve coronarse a la burguesía como la gran triunfadora.
El primer resquebrajamiento del “L’Ancien Régime” se dio en 1776 cuando EEUU se emancipa de Inglaterra, formando un estado libre. Luego recibiría el golpe fatal en 1789 con la Revolución Francesa, donde se impondría la burguesía como una nueva clase social dominante. La misma propiciaría no solo un cambio político-económico sino también espiritual.
Adaptadas a las necesidades de esta nueva clase se fueron imponiendo el libre comercio, la sociedad industrial con sus máquinas y su proletariado (propiciando la Revolución Industrial en todo su esplendor), el auge creciente y mística de la ciencia (que será coronado con el Positivismo), los ferrocarriles, la navegación a vapor, el telégrafo sin hilos, la preponderancia de la prensa en la vida cotidiana, el nacionalismo. En América asistimos a la emancipación de las colonias españolas y portuguesas.
Otros acontecimientos rigurosos en la vida del siglo XIX serán la aparición del “Manifiesto comunista” de Marx y Engels en 1848 que será fundamental para los acontecimientos desencadenados posteriormente.
A estos hechos políticos y sociales deben agregarse ciertas circunstancias de índole cultural como por ejemplo la decadencia de los llamados “salones literarios” propios de “L’Ancien Régime” y que eran una forma de imponer gustos y modelos literarios. En su lugar ahora los artistas prefieren ser “ellos mismos” y asumir los riesgos que esta actitud suponía. Por otro lado se aprecia la existencia de un nuevo público más heterogéneo tanto en gustos como en formación cultural. Menos exigente que “L’Ancien Régime” permitió al artista moverse en un espacio más amplio donde poder experimentar sus creaciones. El poder de la prensa en aumento estimuló el gusto por las sensaciones fuertes, el melodrama, los hechos de sangre, y estos pasaron a ser recursos literarios dando lugar al “folletín” que tanto influirá en el desarrollo de la novela.
La novela se afirma como el tipo de lectura que más se ajusta al estilo de vida y gusto de la burguesía en detrimento de la poesía.

Antecedentes románticos


Comúnmente se acepta la idea de que el Romanticismo tiene su antecedente directo en la corriente alemana conocida como STURM UND DRANG, catalogada dentro de lo que Van Tieghem llama “prerrománticos”. Se habla de prerrománticos en el sentido de que existieron autores o pequeños grupos que prepararon el camino y tenían rasgos del futuro movimiento romántico. Sin embargo no hubo entre ellos escuela ninguna, sino más bien, algunos reducidos grupos en Inglaterra y Alemania.
Es bueno citar entonces a Warton y su “Ensayo sobre Pope”, la obra de Diderot “Entretiens sur le poésie dramatique”, la obra de Young, “Conjeturas sobre la composición original”, la “Carta XVIII” de Lessing contra Goettshed y a favor de Shakespeare, “Las cuitas del joven Werther” de Goethe, el primer “Fausto” de Goethe (varios de sus conceptos), Juan Jacobo Rousseau.
La literatura y el arte todo comienza, a partir de estas primeras impresiones, a perfilar la cualidad de considerar el objeto artístico con un valor en sí mismo, propuesta que delineará Kant en su concepto de “autotelia”.

Hacia una definición.


Fue un movimiento literario y cultural que dominó la Literatura a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Hacia finales del siglo XVIII los gustos se fueron alejando del arte Neoclásico y comienzan a acercarse cada vez más a un arte que se entregue a la imaginación y a la subjetividad, un arte que pugna por la imaginación y la libertad tanto en las formas como en la expresión de sentimientos.
González Porto Bompiani define Romanticismo como “ el movimiento surgido en Alemania a fines del siglo XVIII, y difundido desde allí a Italia, Francia, Inglaterra y el resto de Europa durante los primeros años del siglo XIX, dirigido a libertar los espíritus de la sujeción a los modelos del arte clásico o seudoclásico y de la mentalidad peculiar que durante siglos había encontrado su expresión en el arte clásico...”.
Si vamos a la naturaleza del término, podemos observar que, antes de designar lo que hemos referido en párrafos anteriores, tuvo una interesante evolución que se puede recrear a través del tiempo. La palabra ROMANTICISMO proviene del sustantivo francés “roman”, término que se empleaba para referir a lo novelesco, a lo caballeresco y que presentaba un fuerte sentido épico. El mismo se ubica en la época medieval y constaba de un relato en prosa o en verso, que a veces se escribía también como “romaunt”.
Del francés el término pasó a ser acuñado por los ingleses, “romantik”, por allá en la segunda mitad del siglo XVII, asociándose con el gusto por lo ruinoso, lo decadente. “La nueva sensibilidad empezó a deleitarse con lo que era fantástico e irracional, misterioso y extraño, melancólico y terrorífico: románticos parecieron entonces los castillos góticos y los antiguos conventos en ruinas”...
Más tarde se suma a estas características la adoración o culto a la naturaleza , un fuerte sentimiento de emoción, empaparon entonces lo que se denominó “romanesque”, Alemania será entonces quien defina el término y contamine el mismo con lo que se denominó Sturm Und Drang, a finales del siglo XVIII.
Finalmente a principios del siglo XIX el término adquirirá su “verdadero” significado de la mano nuevamente de los franceses. Romantisme es ahora todas las notas ya dichas y además desborde de emoción y pasión. Algunos críticos han manifestado que “la batuta de esta melodía –para referirse a las características que definen lo romámtico- que danza toda Europa, está en manos de Francia”...
Muchas veces se ha definido al Romanticismo como un movimiento que va en contra del Neoclasicismo, sin embargo, aunque es real que ésta fue la situación, no se puede acotar su definición desde ese lugar únicamente.
Abel Grenier señala rescatando el caso francés, donde el conflicto que acompañó la transición desde el arte neoclásico hasta el arte romántico fue más compleja: “el arte clásico convertido en un seudoclasicismo de la época imperial, acababa de morir reducido cada vez más a un conjunto de estériles fórmulas en desacuerdo con las ideas y necesidades de las revoluciones precedentes de la Revolución francesa”...4 más adelante en la misma obra sugiere “ el Romanticismo regenerando la Literatura, no solamente en su forma, sino en su vida íntima y en su espíritu obró una completa y necesaria revolución...”.
Frente a la impersonalidad y objetividad del Neoclasicismo , el Romanticismo pregonaba la subjetividad, la individualidad, el predominio del yo en la obra, el Romanticismo, dice Abel Grenier, en la obra ya citada : “ puede decirse que era en todo la oposición al Neoclasicismo, porque éste había hecho de la impersonalidad de la obra de arte, una de las condiciones de su perfectibilidad, mientras el Romanticismo hizo de la expansión de la individualidad la condición y materia de su estudio...”.
Frente a la exaltación de la razón de los Clásicos y Neoclásicos, el Romanticismo propugnó por el predominio de la emoción y la expresión de los sentimientos. Ferrater Mora indica “ En lo que se refiere al método, el romanticismo sostiene con frecuencia el primado de la intuición y del sentimiento frente a la razón y el análisis; lo irracional le atrae indudablemente más que lo racional, lo imprevisible más que lo previsible...”
Bochenski, en torno a la conceptualización del Romanticismo afirma: “ la filosofía de los siglos XVII y XVIII habían propugnado una concepción estética del mundo. Para el Mecanicismo la máquina del mundo es una estructura grandiosa establecida de una vez por todas y en ella, nada se pierde ni nada nuevo se produce. Todo el coraje de su ataque lo endereza el romanticismo contra esta imagen “mecanizada” del mundo, y esta protesta le valió, en el transcurso del siglo XIX la más grande influencia...” es comprensible su aversión a esta imagen si pensamos que una de las líneas más poderosas para defender una definición de romanticismo es predicar su necesidad de originalidad y su negación a lo inmóvil y preestablecido.
Encarnaban la voz de un nuevo estado espiritual que estaba constituido principalmente por la insatisfacción del mundo contemporáneo, de inquietud ante la vida, de tristeza sin motivo. Goethe llama clásico a lo que es sano y romántico a lo enfermo. En esta moral enfermiza, a la que contribuyeron mucho la situación histórica y la relajación de los marcos sociales, pero cuya causa más importante parece haber sido la decadencia de las creencias religiosas, el papel de la razón como guía disminuye y en cambio adquieren predominio la imaginación y la sensibilidad. Se abandonan las gentes a sus sueños y a sus pasiones y se seleccionan y cultivan unos y otras. Esta reacción contra el imperio exclusivo de la inteligencia y la razón ya la encontramos entre los prerrománticos.
“El fondo, el romanticismo _ escribía Faguet_ es el horror de la realidad y el deseo de evadirse de ella…de emanciparse o liberarse de lo real por medio de la imaginación, de liberarse también y de aislarse de ella encerrándose en el santuario de la sensibilidad personal….”
Hipertrofia de la imaginación y de la sensibilidad, engendrará un egocentrismo del que encontramos repetidas pruebas.
Jean-Paul calificaba romántico el impulso hacia la belleza indeterminada, hacia lo infinitamente hermoso, resultado del divorcio interior entre el ideal y lo real.
El alma romántica no es, pues, siempre pasiva; ofrece una opulencia y una variedad que, a pesar de sus vanos o de sus insuficiencias, la hacen simpática e interesante para el historiador de la psicología moderna.
Estas características del alma romántica se manifiestan en numerosos testimonios, especialmente por lo que hace a Francia: cartas, memorias, periódicos, recuerdos, novelas de la época.
Estos hombres jóvenes poseen en su mayoría un temperamento nervioso, un alma que se conmueve fácilmente ante la Naturaleza, el arte y la belleza en todas sus formas; un espíritu intrépido, más brillante que profundo, pronto a las paradojas, amigo de los contrastes, inclinado en todo a lo excesivo, menos dirigido por la razón que seducido por los impulsos de la sensibilidad o la atracción de la imaginación; un corazón apasionado que late violentamente no sólo al llamamiento del amor, sino al de las grandes causas humanas: el patriotismo, la libertad, la humanidad. El amor ocupa en la vida de muchos románticos lugar preponderante y a veces la llena por entero. Según su diversa naturaleza, da a sus elegidos o a sus víctimas rostros de cera, pálidos, melancólicos o iluminados y ennoblecidos por un ideal que los eleva y los purifica, o devorados por pasiones que los arrastran al abismo.
La originalidad fue una característica predominante en muchos románticos.
Abundan los testimonios en la literatura de aquel período de que se concebía un orgullo por ese yo y que se le miraba detenidamente para mejor analizarlo, para saborearlo, narcisismo que fue frecuente entre los escritores, en especial en los poetas. Se sentía la necesidad de revelarse a los demás, de narrarse, de contarse, de describirse.
Se dio una verdadera afición a participar al público, al lector, las emociones propias y más íntimas y los sufrimientos del corazón, a exhibir la personal llaga sangrante, roja “como la cinta de la Legión de honor”, según dirá Carducci.
El poeta romántico aplica con frecuencia esta concepción a sí mismo (divino) por creerse un ser excepcional; según piensa, él es distinto, sobre todo por su genio, no ya de los demás hombres sino también de los otros literatos.
Sea o no poeta, el romántico se considera con frecuencia como un titán desposeído del lugar eminente que debiera ocupar y de esta manera al egoísmo añade el orgullo.

El poeta es propietario de rayos de
Luz, de murmullos y de perfume; a
Este solitario soñador pertenece el eco
De los bosques… Víctor Hugo


El sentimiento de la naturaleza



Aquellos poetas eran frecuentemente gentes solitarias, inadaptados que vivían espiritualmente al margen de la sociedad contemporánea y, a veces, en lucha contra ella, y que carecían de una sólida estructura intelectual, religiosa, moral y social.
La actitud solía ser pesimista y hasta desesperada, el “mal del siglo” que impregna todos los escritos.
Se complacen en espectáculos que armonizan con su melancolía, de las horas del día prefieren la caída de la tarde, de las estaciones del año, el otoño, canta a la noche, a la Luna, a las estrellas. Aún aquellos que no son especialmente melancólicos se regostan en una ensoñación vaga, formada por insatisfacción, por penas, por confusas aspiraciones.
Con mayor frecuencia el amor de la soledad impulsa a los románticos hacia los campos, los bosques, las montañas o el mar, menos ara describir sus bellezas, que por alimentar sus ensueños y acunar allí sus melancolías; éste es el primer aspecto del sentimiento romántico de la naturaleza. “El hombre cansado del hombre trataba de refugiarse en la naturaleza” A. Esquiros. Otros románticos prefieren paisajes íntimos, graciosamente amables y también poéticos porque evocan tiernas añoranzas. Estos aspectos se completan con ruinas de antiguos edificios; la poesía de las ruinas va con frecuencia unida a la de la naturaleza de Hugo.
A veces, adquiere un carácter místico; para Atterbom, la Naturaleza es la poesía de la divinidad; Lamartine y Hugo ven como en ella la obra de Dios que al mismo Dios manifestándose a los hombres se percibe la naturaleza como expresión concreta de la divinidad. La adoración de que se le hace objeto se convierte con frecuencia en panteísmo en Byron, en Shelley, en Hugo y en otros.


La religión


Por primera vez, desde el Renacimiento, la religión cristiana vuelve a penetrar en el campo de la literatura propiamente dicha, del que había sido expulsada en provecho de la mitología pagana o de una filosofía más o menos deísta.
Únicamente Dios puede proporcionarles el punto de apoyo que les falta y dar respuesta al enigma de la vida, y procurarles la paz y la esperanza.
Entre los románticos los poetas, quizá sobre todo en Francia, suelen asociar a Dios con su propia existencia: lo toman como testigo de su vida privada, de sus flaquezas y de sus esperanzas y le piden que legitime con su autoridad amores condenados por las leyes o por los prejuicios de los hombres.
Pero ese Dios, aislado de todo lo que constituye las religiones reveladas, es el de los deístas. Entre los románticos fueron raros los ateos, pero también los cristianos fervientes.
Su “filosofía de la naturaleza” invitaba a reemplazar el deísmo con su Dios personal, por una especia de panteísmo. Esta concepción de la divinidad, a la que desde hace mucho tiempo se había adherido Goethe y que más tarde acogería Hugo, fue una de las formas de la religión de los románticos. Autorizaba una idea poética del universo que respondía a los más hondos instintos románticos, y según la cual la Naturaleza inanimada y el alma humana se conjugan tanto más fácilmente cuanto que no constituyen en el fondo más que una sola unidad.

El amor


Fue el amor un elemento predominante del romanticismo interior.
Si entre los románticos adquirió una importancia particular, fue, en primer lugar, a causa del general predominio del sentimiento sobre la razón y sobre la voluntad, de la vida afectiva sobre las otras manifestaciones de la personalidad; característica esencial, como dijimos, del alma romántica y que desde Rousseau dominaba más cada vez en la literatura.
Considerado así, no como un impulso sensual o como un capricho del corazón, sino como un principio divino, adquiere el amor derechos imprescriptibles que se anteponen a los de las tradiciones sociales y aun a los señalados en las leyes civiles.
En cuanto a papel que debe desempeñar la mujer amada, se dan dos principales tendencias opuestas. Una, renovando la concepción de las Beatrice y de las Laura, ve en la mujer amada un ángel que descendió del cielo para purificar el corazón del amante, para ennoblecer su alma fortificarla, ya para que sienta mejor la naturaleza, ya para acercarlo a Dios, ya para animarlo en su misión moral, política o patriótica. La mujer-ángel es un tipo netamente romántico; aparece sobre todo en Francia, Polonia y Alemania.
Por lo general la mujer ocupa en la literatura romántica un lugar que las de los siglos anteriores no le habían concedido fuera de los sentimientos amorosos que inspiraba. La divinidad o la Naturaleza dieron a la mujer un papel decisivo en la formación y el destino del hombre, a veces elemento pasivo en sus manos.
Ser mujer, por naturaleza, sensible y religiosa y para ellos el arte no era más que sensibilidad y religión.
Para Musset el amor es la gran energía del universo.

Sentimientos diversos


Una íntima necesidad de libertad en todos los dominios que se expresa en relación con objetos diferentes.
En Alemania especialmente el sueño y la vida llegan a confundirse.
“El amor tierno piensa por medio de notas_ decía Tieck_, pues las ideas están demasiado lejos de él…”
El alma romántica no fue en general, alegre, confiada y optimista. Sufría por su desacuerdo con el mundo, por su nobleza incomprendida, por sus decepciones ante la vida, por su ideal irrealizable, por su amor propio herido y, sobre todo, por el amor.

Lo enorme y lo excepcional


Se dio un ensanche de la imaginación.
Al romanticismo le gusta lo que sorprende o asombra por grandeza, se complace en la desproporción, le gusta lo que da la impresión de infinito, de ese infinito al que le vimos inclinarse por hondo sentimiento del alma.
A esta preferencia por lo inmenso, por lo desmesurado en relación con el hombre, se agrega en muchos un marcado gusto por lo raro, lo anormal, por todo lo que parece ser excepción dentro del orden habitual de la Naturaleza o escapar a la regularidad que suele imponer el hombre a sus obras.
De igual manera se manifestó una inclinación por lo excepcional o lo excesivo dentro del mundo moral. La literatura romántica presenta en abundancia amantes de ambos sexos que se declaran presas de candentes pasiones, de las que no hubo ejemplos antes de ellos; héroes cuya bravura no tiene paro cuya abnegación o magnanimidad alcanzan un grado sublime.

El exotismo


La misma ansiedad de evadirse del mundo ya conocido y de abrir a la literatura nuevos rumbos produjo la expansión del exotismo. Interés por los países extranjeros, tanto los europeos como los ultramarinos y por cuanto ofrecían de nuevo y de diferente en sus paisajes. Este gusto se manifiesta especialmente en Francia.
En Europa los países que más atraen a los románticos son Italia y España. España, más diferente entusiasma a los que la visitan o a los que oyen hablar de ella, como el país menos banal y menos burgués, el más medieval y caballeresco, el más poético, en suma; está atrasado y es menos civilizado que otros.
La influencia que ejerció el Cercano Oriente, el Oriente musulmán fue mucho más acentuada.

El Historicismo. La Edad Media


Se desarrolló un interés por el pasado, una preocupación por evocarlo y describirlo con la mayor fidelidad posible, tendencia que podemos denominar historicista. El romanticismo tuvo especial complacencia en hacer revivir hombres y cosas del pasado, en especial del nacional, pero también del extranjero, haciendo resaltar todo lo que los diferenciaba de los hombres y cosas del presente.
La complacencia en la Edad Media se explica en buena parte por la atracción que ejercían sobre las imaginaciones sus edificios, sus instituciones y costumbres y su poesía.
Este movimiento de aprovechamiento literario de la Edad Media, uno de los más importantes del romanticismo exterior, ofrece según las naciones una desigual y características diferentes. España tenía ya en su ROMANCERO leyendas de la reconquista y evocaciones de las costumbres de aquella época.

La literatura popular


Durante el período romántico europeo, sobre todo entre 1815 y 1825, se publicaron por doquier, casi siempre por influencia de Herder, colecciones de poesías, de canciones o de relatos populares alemanes, escoceses, suecos, eslovenos, servios, eslovacos, españoles, suizos, rutenos. Fuentes literarias extranjeras: literaturas meridionales
Diversas producciones literarias de Italia y España, ignoradas o no tenidas en cuenta por los neoclásicos, ejercieron intensa seducción en algunos románticos sobre todo aquellas que se remontan a la época medieval o que manifiestan un espíritu todavía medieval.
De la literatura española se habían apreciado en tiempos anteriores las novelas picarescas, sobre todo; DON QUIJOTE conquistó una gloria más duradera; del inmenso repertorio de la comedia de fines de siglo XVI y del XVII, había obtenido los dramaturgos de diversos países innumerables temas, sin que el espíritu de aquel teatro tan original, su atmósfera y su forma técnica y artística les hubieran parecido dignos de interés ni quizá de imitación. Y fue precisamente aquella magnífica exuberancia dramática la que descubren con entusiasmo arrebatando los románticos alemanes.

El Romanticismo y la Modernidad


Es imposible estudiar el Romanticismo sin prestar atención a la fuerte idea que lo asocia con la época moderna; así lo entenderá Paul Van Thieguem al decir: “De la misma manera que el Renacimiento preparó la época neoclásica de la literatura europea, el Romanticismo inaugura la época moderna, “debemos aclarar que, no es que el autor desconozca la importancia del Renacimiento en la apertura de la época moderna desde el punto de vista histórico, sino que, respecto al arte, este período cobra significancias diferentes a la ubicación temporal-histórica. El Romanticismo y las viejas nociones de la Ilustración que alimentaron la Revolución Francesa son la puerta de entrada a la era moderna afirmará Gombrich en su “Historia del arte”. Para él hacia fines del siglo XVIII se llegará verdaderamente a los tiempos modernos en arte, cuando la Revolución Francesa puso fin a tantas premisas que se habían tenido por seguras durante cientos de años.
En esta época el artista dejará de crear para un aristócrata y comenzará el momento de los museos y las galerías, de las exposiciones. Esto está en consecuencia con el individualismo del romántico, como expuso Abel Grenier9, esto vino a reivindicar el principio de libertad en el arte.


ACTIVIDAD DE APLICACIÓN

Lee los poemas y señala las características románticas que reconoces en cada uno.

Ave, dea, moriturus te salutat


La belleza y la muerte son dos cosas profundas,
con tal parte de sombra y de azul que diríanse
dos hermanas terribles a la par que fecundas,
con el mismo secreto, con idéntico enigma.
Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,
trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened
luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,
aves hechas de luz en los bosques sombríos.
Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos,
y yo siento la sima estrellada en el alma;
mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

Víctor Hugo


El infinito, Canto XII


Amé siempre esta colina,
y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.

Giacomo Leopardi

Comentarios

Entradas populares