RENACIMIENTO ESPAÑOL. SIGLO DE ORO. BARROCO ARTÍSTICO

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SIGLO XVI: Inicios del Renacimiento español



Gloria Salvarrey1 describe esta época como la de los “molinos de viento” haciendo referencia a la realidad distorsionada, imaginada, falsa que el personaje de Miguel de Cervantes apreció, entre tantas otras locuras. Entendamos a qué se debe esto.
Asistimos en el siglo XVI a la más tremenda fatalidad en el destino de España, una decadencia callada, que llegó golpeando los puntos más sensibles de los españoles, y que fue en primera instancia sentido y padecido por los escritores de este tiempo.
Desde que, en 1479, los reinos de Castilla y Aragón se habían unido con el enlace matrimonial de Isabel y Fernando (Reyes Católicos), hasta el ascenso al trono de Carlos I se ha dado en España un proceso que llevó a este último a concentrar el poder de toda la Península Ibérica.
La opulencia de esos años, sobre todo por las riqueza traídas desde América, le dio al español, al noble español y al clero católico un sentimiento de superioridad y una posibilidad de despilfarro que no quiso desaprovechar, y que llevaría a España a su propia ruina, después de haber sido el centro del escenario hegemónico de Europa.
Prácticamente todas las posesiones que llegaban a España eran dominadas por la nobleza y el clero, teniendo su cuota el ejército, por supuesto. Los comerciantes, solo obtenían el 5%, quedando la mayor parte en el sector no productivo de la sociedad, los que, por el contrario, solo agotaban los recursos.
Conseguir el favor de la corona, mantener los privilegios, la vida cortesana y la opulencia, eran las formas de vida que caracterizaría a la nobleza de este período. La compra de títulos nobiliarios se hizo una forma común de acceder en la consideración social2.
Otro de los factores que colaboró con la decadencia fue el conflicto que tuvo como escenario a la religión. La defensa de la tradición Católica llevó a fuertes persecuciones de protestantes, moros, judíos. Fueron perseguidos y expulsados, sin tener en cuenta que eran estos sectores justamente los productivos del estado, ya que la población restante, la que finalmente conformaría el esquema social del siglo XVI: clérigos, nobles, mendigos, soldados no producían nada.
Por otro lado las distintas derrotas que sufriría el ejército español, el llamado Armada Invencible: la sublevación de los Países Bajos y el nacimiento de Holanda, la sublevación de Portugal, la derrota del ejército español en Rocroi y en Lens. Todos estos hechos, decidirían el fin de la hegemonía española3 en Europa.
En este clima histórico y social la literatura jugará un papel fundamental. Los intelectuales de la época aportarán una lucidez óptima a la situación circundante. Es fundamental su presencia, sobre todo porque en una realidad terrible para el mundo español, parece existir todavía cierto engaño en quienes todavía veían la España hegemónica. Será sin duda, de forma contradictoria con la realidad social y política, el momento de Oro de las letras.4 Como el resto del mundo europeo, los artistas españoles siguieron las normas del Renacimiento, movimiento histórico-espiritual y cultural que había iniciado en Florencia (Italia) en el siglo XV. A pesar de esta afirmación, las cualidades históricas y sociales que rodearon los siglos XVI y XVII ha llevado a algunos críticos a considerar que España no tuvo Renacimiento, al menos no en el sentido general del término, entre ellos contamos a Klemperer. Sin embargo, esta última consideración no es aceptada por la mayoría, quien entiende que España tuvo su Renacimiento con la misma profundidad que Italia, pero dándole un toque absolutamente español, y esto es un toque medieval5.
La literatura no dejará de lado la tradición, como España nunca dejó absolutamente de lado la condición feudal. Tabaré Freire6 señala respecto del centro de importancia de la tradición que : “El Renacimiento en España se dio como culminación de los valores nacionales que alcanzan definitiva madurez. Todo lo que proviene del extranjero, especialmente de Italia, o bien del pasado greco-latino, o es moda transitoria y desaparece rápidamente, o bien ha sido asimilado al espíritu español durante la Edad Media y es casi imposible separarlo de lo autóctono”.
La tradición medieval se alza en plena época de Oro mostrando una España que ya no será más el eje de los elogios, junto a las formas nuevas de hacer arte. El elemento que rodea la creación es, como era de esperarse, una cara visible del clima del momento, mostrando la fuerte contradicción7, la angustia y el desengaño. Una propuesta estética cobraría fuerza en este contexto, proponiéndose como la mirada más adecuada para mostrar el desencanto, la vida opulenta pero carente de sentido, la decadencia inminente: el BARROCO.
Fue esta una etapa además de surgimiento de nuevas manifestaciones literarias tales como la novela pastoril, la novela morisca y la picaresca. Es la época también del nacimiento de una de las obras más importantes en lengua española: EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA 8de Miguel de Cervantes. En teatro, por otra parte se destacará de forma exitosa Lope de Vega, conocido por obras magistrales como FUENTEOVEJUNA, y Calderón de La Barca: LA VIDA ES SUEÑO, entre otras.
Leo Spitzer consideró a Quevedo, junto con Gracián, los dos poetas más barrocos de toda España. Quevedo por su parte, para representa las contradicciones barrocas mezcló frente a las obras de tono elevado, las sátiras más groseras. Por otro lado, Jorge Albistur9 escribe acerca de Quevedo como un poeta extravagante y desafinado que ha llegado a los límites del barroco, casi más allá de él.

SIGLO DE ORO: HISTORIA Y MITO
Juan Manuel Rozas

El concepto de Siglo de Oro se acuña en la segunda mitad del siglo XVIII.
El Siglo de oro correspondería a una época anterior a la corrupción y decadencia posteriores, producida por el Barroco, según Forner, entre otros neoclásicos. Para ellos este esplendor se muestra en el siglo XVI en un género: la lírica. Será el Romanticismo quien produzca la primera gran ampliación del Siglo de Oro, llevándolo hasta el siglo XVII.

El Siglo de Oro responde a un mito que recorre la cultura occidental desde Hesíodo a Cervantes, y llega resonando hasta nosotros. España ha sentido la necesidad de dar este nombre a la etapa mayor de su cultura, especialmente en lo literario. Como tantas veces, el mito es una justificación y un deseo, poéticamente enlazados por una seriación literaria. Hubo una vez una edad dorada, un paraíso terrenal, y a él podremos volver, dice el hombre. Nostalgia de lo perfecto desde lo imperfecto. En los países occidentales España es el único que ha montado su historia desde un mito clásico, el Siglo de Oro.

CREACIÓN Y PÚBLICO: PARA UNA SOCIOLOGÍA DE LOS SIGLOS DE ORO
Noël Salomón y Maxime Chevalier

Influiría en el escritor la Inquisición, la censura y la autocensura, producto de la época.
En la literatura de fines del siglo XVI se ven aparecer dos grandes grupos de escritores: escritores aristócratas y escritores artesanos. Los primeros refieren a aquellos que entienden que tomar la pluma es un arte noble del espíritu1, un lujo en su existencia palaciega; los segundos tiene la convicción de que escribir es la profesión, una actividad que les permite ganar el pan cotidiano. Los autores tienen a veces el gozo del mecenazgo, aunque no siempre éste sea motivo de orgullo.
Pero ¿quién sabe leer en esta época? ¿Quién tiene posibilidad de leer libros? ¿Quién llega a adquirir la práctica del libro?
Solo un 20 por ciento de la población sabía leer. Esto excluye a artesanos y aldeanos de la posibilidad de leer. “Las únicas personas capaces de leer y escribir corrientemente eran en aquel entonces éstas, cuyo oficio lo exigía” Henri-Jean Martin. Esto reduce la población lectora a: clero, nobleza, “intelectuales” (catedráticos, médicos, abogados, arquitectos, pintores), mercaderes, una fracción de comerciantes y artesanos, mínima, funcionarios y criados de mediana categoría.
El papel era caro, por lo tanto el costo del libro no era accesible para todos. Otro aspecto es el escaso interés por leer libros de aquellos capacitados para hacerlo.

BARROCO


Leo Spitzer define el Barroco de la siguiente manera: “ Hecho de civilización cultural, que tuvo su apogeo en el siglo XVII en España, pero que irradió toda Europa antes de que el clasicismo francés le opusiera un valladar. Consiste en la reelaboración de dos ideas, una medieval, otra renacentista, en una tercera idea, que nos muestra la polaridad entre los sentidos y la nada, la belleza y la muerte, lo temporal y lo eterno”. Generalmente se ha caracterizado a esta época barroca como un momento pesimismo y desengaño10.
El vocablo Barroco fue al principio una palabra vaga, sin sentido preciso, hasta que hacia 1915 un historiador de arte suizo, Wölfflin, le dio arbitraria y deliberadamente una significación nueva y precisa, quitándole la connotación peyorativa con la cual había nacido esta forma artística. La palabra tuvo una gran evolución, sobre todo considerando que nace en Francia para significar lo “bizarre, fantasque”, extraño, fantástico; con una connotación peyorativa, sirviendo entonces para designar un arte que se menospreciaba. En el siglo XIX la palabra se aplicó a la obra de artistas arquitectónicos italianos, los maestros de siglo XVII. Se lo entendió entonces como una deformación del arte clásico. Otros consideran que el término “barroco” proviene de la palabra “baroco”, término italiano; mientras que otros lo hacen devenir del portugués, barroco, que en joyería significa: piedra irregular.
Otra definición de Barroco la dará Eugenio d’Ors quien lo conceptualiza por oposición al arte clásico. Define el Barroco de la siguiente forma: “ consiste en la reproducción por la cultura de los procederes de la naturaleza; lo clásico, en la reproducción por la cultura de los procederes de la cultura”. Observemos que esta definición es más abarcativa que la dada por Spitzer, quien la adscribe a un tiempo específico. El mismo se caracteriza por el movimiento, para este crítico, por una actividad de cambio, del fluir. El mismo se exigió el abandono de la razón; su anhelo en sí, es la derrota de la razón.
Gebhart definirá el Barroco por su parte como la liberación de las formas. Entiende que lo definido en el Barroco es sustituido por lo borroso. De lo lineal se va a lo pictórico. De la forma cerrada se pasa a la forma abierta. Es un arte extraño y solo por milagro armonioso; nunca plácido.
Por otra parte hubo un grupo de críticos que no fue tan benevolente con esta propuesta. Uno de ellos es Menéndez Pelayo quien caracterizó al Barroco como una “plaga peor que la langosta” y “ especie de pesadilla poética” .
Valvuena Prat11 caracteriza el Barroco “por la fuerza y el dinamismo que afean la hermosura, por la violenta contradicción que contorsiona las formas12”. En dicha caracterización el crítico apela a traer al frente el elemento que por excelencia definió la esencia de esta propuesta: la contradicción, manifiesta en las más variadas propuestas: vida-muerte, alma-cuerpo, razón-sentimiento, realidad-apariencia.
Se caracteriza el Barroco pues, por el afán de crear una obra distinta, que muestre los reveses de las apariencias. Unas veces se recarga de artificios caprichosos y otras se expresa con una enorme indecisión y sobriedad. Se llega por un lado así a un interesante juego de metáforas y por otro a una renuncia total de lo que no es indispensable.
Albistur, Dodera y Peña señalan como característica del Barroco “la capacidad de volver sustantivo al instrumento mismo de representación, a la palabra, en el arte literario. Inscriben como rasgos: el artificio, la exageración, la distorsión, lo forzado, el aristocratismo a ultranza, el cultismo indiscreto, el hipérbaton frecuente, la multivalencia en cada alusión, la metralla metafórica, las interminables estructuras del amontonamiento afuncional de elementos, la selva de evasiones deliberadas, el equilibrio penoso a fuerza de difícil discernimiento...”.
El hombre barroco tenía una inquietud profunda. Toda la magnificencia y la confianza en las posibilidades del hombre que le había dado el Renacimiento caen en el siglo XVII frente la conciencia de que todo acto humano termina con la muerte. Esta la inquietud más profunda del hombre barroco. El desengaño es el sentimiento angustiado del hombre barroco. De allí que se diga de este arte que representa el sentir de espíritus inquietos, y un sentimiento inquieto no puede ser nunca ni claro ni sencillo.
José Mª Valverde13 hará hincapié en que el Barroco tuvo, sobre todo en pintura, un movimiento que preparó el campo para que el mismo se diera: el Manierismo. Jorge Albistur14 apela a señalar el Manierismo como el barroco exacerbado, situando a Quevedo como uno de los modelos de esta mención.
Arnold Hauser15 cuando analiza el fenómeno del Manierismo dice de él que “ en arte y en literatura el manierismo significa alienación individual, tendencia a gozar elementos separados “per se” , falta de proporción, orden y unidad. Así como en la pintura las figuras contrastan absurdamente con su propio espacio, el lenguaje, absurdamente también, no expresar ideas, sino reclama significado de las formas; se encuentra aquí y allá distorsión, no dirección ni orientación hacia otro fin que no sea el brillo de la inteligencia del artista”.
Helmut Hatsfeld 16 al estudiar el Barroco consideró al Manierismo como una vertiente del primero, y no, como una corriente separada del mismo, como sí lo hizo Hauser. Hatzfeld apreció que el Manierismo llevó al máximo recursos empleados por el Barroco como son: uso de anáforas (sobre todo de adverbios, conjunciones y pronombres), enumeraciones extensas, paradojas, juego entre la realidad y la ficción.
Hatsfeld caracterizará al Barroco como una propuesta estética que posee una tendencia hacia lo majestuoso, lo elevado, lo representativo, lo sublime, lo acabado. Tiene, según el crítico una mayor espiritualidad, los elementos morales ganan importancia. Hay un humanismo devoto. Hay en él un fuerte elemento religioso17. Existe una especial vocación por llegar a la mayor grandeza interior que al individuo le sea posible alcanzar.

BARROCO ESPAÑOL

Cuando LEO SPITZER18 estudia el Barroco español comenta que el mismo buscó la asimetría para dar una apariencia en movimiento19. La exageración, lo recargado, serán otros aspectos fundamentales en la forma de hacer arte.
Consideró por otra parte que el punto central del Barroco en tierra española es el “fenómeno humano, concreto, primordial” de la “conciencia de lo carnal juntándose con la conciencia de lo eterno”. Para el Barroco español según Spitzer no hay más que un paso “de lo rosa a lo negro, de la carne a la muerte. En lo eterno se mezcla lo efímero”. “El hecho espiritual aparece siempre encarnado y la carne llama siempre a lo espiritual”. es la búsqueda por extraer el principio espiritual de la carne. Es esta una filosofía dualista que no tiene posibilidad de separación, apreciándose en ella el gran tema de la contradicción, de los opuestos, de las antítesis; el juego del claroscuro.
La polaridad de los divino y lo sensual es otro rasgo esencial del Barroco español. Tal es así como la confluencia entre lo nuevo, Renacentista, y lo tradicional, medieval. El conflicto de dos épocas quedó plasmado con fuerza en España. Tal es así que Spitzer considera que hasta los rasgos estilísticos que son característicos de Góngora y Quevedo, como lo son el culteranismo y el conceptismo, son, en el fondo rasgos medievales. De los dosel más importante es el Conceptismo.

Conceptismo

Gracián20 lo define así: “ consiste pues este artificio conceptuoso, en una primorosa concordancia, en una armónica correlación entre dos o tres conoscibles extremos, expresada por un acto del entendimiento”.
Juega con los conceptos que se impone el alma cristiana.
Menéndez Pidal lo define como: “ la comparación primorosa de dos ideas que mutuamente se esclarecen, y en general, todo pensamiento agudo enunciado de una manera rápida y picante”.
El concepto es un acto de entendimiento que exprime la correspondencia que se halla entre los objetos. Gracián.
“Juegos de palabras”: entre lo trascendente y lo terrenal.
Dios es el único que conoce el verdadero sentido de las palabras.
Buscó expresar sus ideas con la máxima sobriedad posible: “ Lo bueno, si breve, dos veces bueno” Gracián.
Renuncia a todo adorno.
Se dirige a la inteligencia del lector, tanto por los temas como por su estilo sobrio, sin adornos, que busca la palabra exacta.
El contraste: lo utiliza como recurso para contraponer ideas, situaciones o personajes.
Utilizó como método la paradoja.
Utilizó como forma de ornamentación la naturaleza.


Arte barroco

En sus comienzos la palabra barroco se empleaba para aludir a una forma de arte extraña y que no aportaba nada al mundo artístico, formas exuberantes y mal vistas, porque escapaban a la imagen que el Renacimiento había impreso en las formas que encontraba bellas. Se cree también que el término puede tener su origen en la irregularidad que se le atribuía a ciertas perlas, irregularidades que llegaban a ser incluso monstruosas y que hacía que su valor en el mercado disminuyera considerablemente.
Como cualidades del Barroco encontraremos:

El panteísmo y la reproducción por la Cultura de los procederes de la naturaleza.
Dentro del hacer literario podemos encontrar notas como: la distorsión, la exageración, el enredo, el artificio, lo forzado, el aristocratismo a ultranza, el cultismo indiscreto, el bizantinismo en la alusión mitológica, el hipérbaton frecuente, la multivalencia en cada alusión, la metralla metafórica, las interminables estructuras resultantes del amontonamiento afuncional de elementos, la selva de evasiones deliberadas, el equilibrio penosos y logrado a fuerza de difícil discernimiento: todo esto, en fin, bien podría servir como suma de rasgos característicos de la sustantivación de las formas a la que se somete la palabra en el Barroco.
Es por excelencia un arte cristiano. Lo barroco es la fuga musical, la forma abierta, lo arabesco. El juego entre lo carnal y lo espiritual, del contraste y el claroscuro: “el hecho espiritual aparece siempre encarnado, y la carne llama siempre a lo espiritual”, rara y forzosa hermandad de dos realidades, aparentemente irreconciliables, del hombre.
El agotamiento de las largas luchas religiosas dadas durante el Renacimiento, muestran en el Barroco su faceta a través del cansancio y el agotamiento.
En el Barroco se combinan formas y estilos anteriores, esto dará a lugar a los contrastes. Los contrastes son variados, unas veces se visualizan en el pensamiento del autor, otras en escribir obras de tono elevado junto a sátiras grotescas.



Notas

1- QUEVEDO Gloria Salvarrey. Editorial Técnica.
2- Esta característica no estaría exenta en la vida de Quevedo.
3- Como documento de este aspecto podemos citar el famosos Tratado de Westfalia.
4- De allí al denominación de este período como Siglo de Oro.
5- Recordemos que el Renacimiento se caracteriza justamente por oponerse a lo medieval, al menos en Italia.
6- LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO DE ORO. Tabaré J Freire.
7- La misma contradicción del arte se comprende en la vivida por la sociedad española: es el momento de mayor adquisición de bienes y sin embargo la etapa de decadencia.
8-Fundamentalmente se darán creaciones de novelas influidas por estos aspectos en el siglo XVII.
9- QUEVEDO. EL POETA LÍRICO. Jorge Albistur, Julio Dodera, Cecilio Peña.
10- SENDA. LITERATURA I. Autores varios.
11- HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA Valvuena Prat
12- QUEVEDO Gloria Salvarrey.
13- DICCIONARIO DE MOVIMIENTOS ESPIRITUALES
14- QUEVEDO. EL POETA LÍRICO. Jorge Albistur, Julio Dodera, Cecilio Peña.
15- Hauser, Arnold. Historia social de la Literatura y el Arte. Ediciones Guadarrama
16- ESTUDIOS SOBRE EL BARROCO. Helmut Hatsfeld . Biblioteca Románica-Hispánica. Editorial Gredos. Madrid, 1973.
17- Esto llevó a que se hable de Renacimiento como Humanismo moderado, recordando que uno de los rasgos del Renacimiento italiano fue traer al hombre en primer plano, pasando de un teocentrismo, que había caracterizado la Edad Media a un antropocentrismo.
18- ESTILO Y ESTRUCTURA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA. Leo Spitzer. Editorial Crítica. 1980.
19- El arte Barroco se opone así al arte clásico. Algunos críticos como es el caso de Eugenio d’Ors han entendido que en la historia de a literatura estos dos estilos se dan una y otra vez por oposición.
20- Sus obras se consideran manifiestos conceptistas, ya que él mismo fue un ejemplo de conceptismo.

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