POPOL VUH

 El "Popol Vuh" es un Libro Sagrado, perteneciente a la cultura de los indios quichés (Mayas)  de Guatemala. 

El texto es básicamente una descripción del origen del mundo que incluye también la historia de los soberanos. Se identifican en el texto componentes históricos y míticos. 

Si bien el texto se centra en las tradiciones mayas, puede observarse una clara influencia del Cristianismo, por lo cual, se especula que el autor habría tenido contacto con misioneros católicos. Se estima que la obra fue elaborada a mediados del siglo XVI de nuestra era. 


La civilización que dio vida al popol Vuh: Los Mayas


La civilización maya se extendió por el sur de Yucatán, parte de Guatemala y Honduras. Entre los siglos III y XV.
Los mayas no constituían un estado unificado, sino que se organizaban en varias ciudades-estado independientes entre si que controlaban un territorio más o menos amplio. Tampoco hablaban una única lengua.

Templo I de Tikal (700 d.c.) Fuente: A. Ciudad, Los mayas, col. biblioteca iberoamericana, Anaya, Madrid, 1988. p. 28)

. Arquitectura

Las construcciones mayas se hicieron de madera y piedra básicamente. Entre las maderas se prefirieron la coba y el zapote, por ser muy resistentes a los ataques de las termitas. Entre las piedras se usaron caliza, arenisca, mármol, etc.
Realizaron todo tipo de construcciones: palacios rectangulares y alargados, templos, juegos de pelota, calzadas (sacbeob) que unían las ciudades principales, fortificaciones, baños de vapor (temazcal).
Se conservan importantes pirámides escalonadas en piedra. En lo alto de éstas se colocaba el templo. Estaban decoradas con pinturas de una variada gama de colores, y relieves. Algunos de estos son inscripciones de la escritura jeroglífica maya, aun no descifrada completamente. Las construcciones más importantes de esta época fueron Copán, Quiriguá, Piedras Negras, Palenque y Tikal.





Escritura


Los mayas desarrollaron el sistema de escritura más completo de todos los pueblos indígenas americanos. Con él escribieron todo tipo de textos: de medicina, de botánica, de historia, de matemáticas, de astronomía...
Se conservan, además de las inscripciones, algunos códices: 

  • El Códice de Dresde: escrito en el siglo XIII.Contiene un tratado de adivinación y de astronomía.

  • El Códice de París: posiblemente del siglo XIII. Contiene profecías y adivinaciones.

  • El Códice de Madrid: Contiene horóscopos y almanaques.

  • El Códice Grolier: Muy mal conservado. Contiene un calendario completo.


 Calendario. Astronomía


Desarrollaron un calendario muy preciso, con un año de 365 días. El año solar (haab) tenía 18 meses de 20 días cada uno y otro más de sólo cinco días. Los nombres de los meses eran: Pop, Uo, Zip, Zotz, Tzec, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Zac, Ceh, Mac, Kankin, Moan, Pax, Kayab, Cumbu y Uayeb.


Matemáticas


Utilizaban un sistema de numeración vigesimal posicional. También tenían un signo para representar el cero, y así poder realizar operaciones matemáticas complejas. Numeración Maya
El punto tiene un valor numérico de 1 y la raya de 5. Así podían contar hasta 19. Para hacer números mayores (igual que nosotros para hacer números mayores de 9) tenían que colocar esos signos en determinadas posiciones. Al ser un sistema vigesimal, o sea, que considera el 20 como unidad básica para la cuenta, cada espacio que se avanza en el número representa 20 veces más que el espacio anterior. 


Sociedad


La elite social la constituían los sacerdotes y los nobles, que residían en la ciudad (que era también el centro religioso). Los campesinos vivían en las zonas rurales cercanas a la ciudad. La base de la economía era la agricultura y frecuentemente se desbrozaban trozos de selva para realizar nuevos cultivos. Los principales fueron el maíz, el algodón y el cacao.Este último tuvo tanta importancia que llegó a ser utilizado como moneda.
Existía la esclavitud. Se supone que esos esclavos serían la mano de obra para la construcción de las pirámides colosales, pero ayudados por los campesinos. También debieron existir grupos de artesanos especializados.

Vida cotidiana

El principal espectáculo de los mayas era un juego de pelota, parecido al fúlbol. Según algunos investigadores, los jugadores eran los prisioneros de guerra y se decapitaba a los que perdían. Pero en realidad era más que un simple juego. Era un ceremonial religioso que representaba el paso de los astros y el sol (representado por la pelota), que es fuente de vida.


Cultura: Creencias y pensamiento


Los mayas creían que antes de existir nuestro mundo habían existido otros, pero que estos habían sido destruidos por diferentes catástrofes.El universo tenía tres partes: el cielo, la tierra y el inframundo. El cielo tenía 13 capas (la última de ellas en contacto con la tierra) y cada una gobernada por uno de los Oxalahuntikú. El dios Itzamná, a quien se representaba con forma de reptil o iguana, regía el Cielo en su conjunto. El inframundo estaba debajo de la tierra, y estaba dividido en 9 capas. Cada una de estas capas era gobernada por uno de los Bolontiku o Señores de la Noche.
Había además otros dioses  que actuaban sobre las cosas cotidianas: el maíz, la miel, los mercados, etc.



Algunos dioses de la civilización Maya


Tzacol, Bitol, el Creador y el Formador

Alom, la diosa madre, la que concibe los hijos, de al, hijo, alán, dar a luz. Qaholom, el dios padre que engendra los hijos, de qahol, hijo del padre, qaholaj, engendrar. Madre y padre los llama Ximénez; son el Gran Padre y la Gran Madre, así llamados por los indios, según refiere Las Casas, y que estaban en el cielo.

Hunahpú-Vuch, un cazador vulpeja o tacuazín (Opposum), dios del amanecer; vuch es el momento que precede al amanecer. Hunahpú-Vuch, es la divinidad en potencia femenina, según Seler. Hunahpú-Utiú, un cazador coyote, variedad de lobo (Canis latrans), dios de la noche, en potencia masculina;

Zaqui-Nimá-Tziís, Gran pisote blanco (Nasua nasica) o coatí, encanecido por la edad, diosa madre; y su consorte Nim-Ac, Gran cerdo montés, o jabalí, ausente en este lugar por una omisión mecánica, pero invocado en el capítulo siguiente;

Tepeu, el rey o soberano, del náhualt Tepeuh, tepeuani, que Molina traduce por conquistador o vencedor en batalla; ah tepeual entre los mayas, quienes lo tomaron igualmente de los mexicanos. Gucumatz, serpiente cubierta de plumas verdes, de guc, en maya, kuk, plumas verdes, quetzal por antonomasia, y cumatz, serpiente; es la versión quiché de Kukulkán, el nombre maya de Quetzalcóatl, el rey tolteca, conquistador, civilizador y dios de Yucatán durante el período del Nuevo Imperio Maya. El fuerte colorido mexicano de la religión de los quichés se refleja en esta pareja creadora que continúa siendo evocada a través del libro hasta que la divinidad toma forma corporal en Tohil, a quien en la Tercera Parte se identifica expresamente con Quetzalcóatl

U Qux Cho, el corazón o el espíritu de la laguna. U Qux Paló, el corazón o el espíritu del mar. Ya se verá que a la divinidad la llamaban también el Corazón del Cielo, u Qux Cah;

Ah Raxá Lac, el Señor del verde plato, o sea la tierra; Ah Raxá Tzel, el Señor de la jícara verde o del cajete azul, como dice Ximénez, o sea el cielo.

El nombre Hunahpú ha sido objeto de muchas interpretaciones. Literalmente significa un cazador con cerbatana, un tirador; etimológicamente es eso mismo y es vocablo de la lengua maya, ahpú en maya es cazador, y ah ppuh ob, forma de plural, son los monteros que van a la caza, según el Diccionario de Motul. Es evidente, sin embargo, que los quichés debían tener alguna razón más plausible que esta etimología para dar ese nombre a la divinidad. El cazador en los tiempos primitivos era un personaje muy importante; el pueblo vivía de la caza y de los frutos espontáneos de la tierra antes de la invención de la agricultura. Hunahpú sería, en consecuencia, el cazador universal, que proveía al hombre de su sustento; hun tiene también en maya la acepción de general y universal. Pero posiblemente los quichés que descendían directamente de los mayas, quisieron reproducir en el nombre Hunahpú el sonido de la palabra maya Hunab Ku, "el único dios", que servían para designar al dios principal del panteón maya, que no podía representarse materialmente, por ser incorpóreo. La pintura de un cazador podría haber servido en los tiempos antiguos para representar el fonema Hunab Ku que encerraba una idea abstracta, la de un ser espiritual y divino. El procedimiento es común en la escritura pictográfica precolombina. Hunahpú es también el nombre del vigésimo día del calendario quiché, el día más venerado de los antiguos, equivalente al maya Ahau, señor o jefe, y al náhualt Xóchitl, flor y sol, símbolo del dios sol o Tonatiuh.

Ixpiyaco e Ixmucané, el viejo y la vieja (en maya ixnuc es vieja), equivalentes de los dioses mexicanos Cipactonal y Oxomoco, los sabios que según la leyenda tolteca inventaron la astrología judiciaria y compusieron la cuenta de los tiempos, o sea el calendario.



PREÁMBULO


El Popol-Vuh, que puede traducirse Popol, comunidad, consejo, y Vuh, libro, Libro del Consejo o Libro de la Comunidad, fue pintado. Lo dice el texto: “Este libro es el primer libro pintado antaño”. ¿El primer libro? ¿Querrá significarse con esto el más importante, algo así como la Biblia? “Pero su faz está oculta”, sigue el texto. ¿Oculta, por qué? ¿Fue destruido? ¿Fue quemado? ¿Se consumió en la ciudad de Utatlán, entregada a las llamas, reducida a cenizas por el Conquistador? “Su faz está oculta al que ve”, añade el texto, lo que mueve a pensar que no está oculta para el que, sin ver, conserva dicha faz en la memoria y la transmite oralmente. 

Originalmente, el Popol-Vuh fue pintura, memoria, palabra, y en esta forma de tradición oral se conserva hasta mediados del siglo XVI, época en que vuelve a ser escrito, por un indígena, antiguo sacerdote quizá, en lengua quiché, con caracteres latinos. Este manuscrito, que constituye el verdadero original del Popol-Vuh, llega a manos de Fr. Francisco Ximénez, cura párroco de Santo Tomás Chuilá, población guatemalteca llamada actualmente Chichicastenango, a principios del siglo XVIII. Por eso se conoce el Popol-Vuh con el nombre de “Manuscrito de Chichicastenango”. 

Descubrirlo el Padre Ximénez, varón versadísimo en lenguas indígenas, y entregarse a su estudio y traducción del quiché al castellano, todo es uno. Pero el perilustre dominico no se contenta con traducir el Popol-Vuh. Para dar testimonio incuestionable de la autenticidad del texto y curarse en salud ante las autoridades religiosas, tal similitud hay entre el Génesis indígena y algunos pasajes de la Biblia, hace algo que la posteridad jamás le pagará bastante: al par de su versión castellana, en columna paralela, copia del texto quiché, es decir, que no sólo nos lega su traducción, sino la transcripción del texto indígena. 

El Padre Ximénez realiza dos versiones. Una primera literal, que no le satisface, y una segunda, más cuidada, que incluye en el primer tomo de la “Crónica de la Provincia de Chiapa y Guatemala”, obra monumental que del archivo de los dominicos pasa en 1854 —con otros documentos del Padre Ximénez—, a la Biblioteca de la Universidad de San Carlos Borromeo. A partir de ese momento el libro sagrado de los quichés va a ser traducido a otras lenguas. El Dr. Carl Scherzer copia el texto en la Biblioteca de la Universidad de Carolina, y traducido al alemán lo publica en Viena, en 1857, bajo el título de “Las historias del origen de los indios de esta Provincia de Guatemala”. El abate Carlos Esteban Brasseur de Bourbourg llega a Guatemala, desde Francia, atraído por la luz de ese manuscrito prodigioso, se afinca en el país, estudia y profundiza la lengua quiché y traduce el Popol-Vuh al francés, versión que publica en París, en 1891, con el título de “Popol-Vuh, le livre sacre et les mythes de l”antiquité américaine”. 

Varias otras traducciones se han hecho desde entonces, y se han publicado algo más de treinta y dos volúmenes, en todas las lenguas, interés que crece de día en día por tratarse de uno de los documentos milenarios de la humanidad. 

Este es el principio de las antiguas historias de este lugar llamado Quiché. Aquí escribiremos y comenzaremos las antiguas historias, el principio y origen de todo lo que se hizo en la ciudad de Quiché, por las tribus de la nación quiché. 

Y aquí traeremos la manifestación, la publicación y la narración de lo que estaba oculto, la revelación por Tzacol, Bitol, Alom, Qaholom, que se llaman Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú, Zaqui-Nimá-Tziís, Tepeu, Gucumatz, u Qux Cho, u Qux Paló, Ah Raxá Lac, Ah Raxá Tzel, así llamados. Y [al mismo tiempo] la declaración, la narración conjuntas de la Abuela y el Abuelo cuyos nombres son Ixpiyacoc e Ixmucané, amparadores y protectores, dos veces abuela, dos veces abuelo, así llamados en las historias quichés, cuando contaban todo lo que hicieron en el principio de la vida, el principio de la historia. 

Esto lo escribiremos ya dentro de la ley de Dios, en el Cristianismo, lo sacaremos a luz, porque ya no se ve el Popo Vuh, así llamado, donde se veía claramente la venida del otro lado del mar, la narración de nuestra oscuridad, y se veía claramente la vida. 

Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador. Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones, como fue dicho por el Creador y el Formador, la madre y el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, la que da a luz a los hijos, el que vela por la felicidad de los pueblos, la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la bondad de todo lo que existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el mar. 




POPOL VUH: PRIMERA PARTE


Capítulo I


Ésta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.

Ésta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: solo el cielo existía.

No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. 

No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara ni hiciera,  ruido en el cielo.

No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.

Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo, y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban.

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.

Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo que se llama Huracán.

El primero se llama Calculha Huracán. El segundo es Chipi-Calculhá. El tercero es Raxa-Calculhá. Y estos tres son el Corazón del Cielo.

Entonces vivieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.

_ ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe (el espacio), que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra!. No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.

Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: _ ¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.

Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas.

Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie.

Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: ¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú Huracán, y tú, ChipiCalculhá, Raxa-Calculhá!

_ Nuestra obra, nuestra creación será terminada, contestaron.

Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.

Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.

De esta manera se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.



LOS MAYAS HOY

Más de un millón de mayas continúan viviendo en Chiapas, al sur de México, símbolo hoy de la guerrilla zapatista. Y otros cinco millones más habitan dispersados en la Península de Yucatán y ciudades rurales de Belice, Guatemala, Honduras y el Salvador. Étnicamente todos ellos descienden de los mismos mayas que levantaron el más portentoso imperio de Meso América. Aunque es bien poco lo que conservan de su pasado esplendor.

 Empobrecidos hasta la miseria, los mayas de Chiapas sufren la tasa de mortalidad infantil más alta de México: de cada mil niños nacidos, quinientos mueren antes de cumplir el año. Y el agua potable llega solo al treinta por ciento de los pobladores.

Muchos de ellos continúan creyendo en la cosmogonía de sus ancestros, compilada en el Popol Vuh, el Libro Sagrado de los mayas. Allí se dice que el Hacedor creó a los mayas a partir del maíz y que, como éste, nunca iban a dejar de crecer, para poder permanecer siempre sobre la tierra.



DOSIER

Popol Vuh
El libro sagrado de los mayas
Enrique Vela

El Popol Vuh es sin lugar a dudas el más importante de los textos mayas que se conservan. Se distingue no sólo por su extraordinario contenido histórico y mitológico, sino por sus cualidades literarias, las que permiten que se le pueda colocar a la altura de grandes obras épicas como el Ramayana hindú o la Ilíada y la Odisea griegas. Como éstas, el Popol Vuh no es un simple registro histó-rico, es a final de cuentas –como bien ha dicho Alan J. Christenson, autor de un reciente estudio y una traducción del texto quiché– una declaración universal sobre la naturaleza del mundo y el papel del hombre en él.

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Las distintas maneras en que los mayas quiché se referían al Popol Vuh dan una buena idea de la importancia y el papel que tenía para ellos. El nombre mismo de Popol Vuh (Libro del Consejo) hace referencia a su uso; los antiguos señores mayas consultaban manuscritos pictóricos durante las reuniones en que discutían asuntos de gobierno. Los quiché habrían obtenido el manuscrito pictórico –del que derivó la versión en el alfabeto latino del Popol Vuh que conocemos ahora– durante una peregrinación a la costa oriental de la península de Yucatán, por lo que también conocían al documento como Saq Petenaq ch’aqa Palo, “La luz que vino de junto al mar”. Además, lo llamaban Qa Mujib’al,“Nuestro lugar en las sombras”, ya que hablaba sobre una época en que el mundo se encontraba en la oscuridad, o Saq K’aslem,“El amanecer de la vida”, porque cuenta cómo la estrella de la mañana y el Sol y la Luna trajeron la luz al mundo, y cómo sus propios ancestros habrían surgido de un gran bosque para fundar el reino quiché.
Es muy posible que aquel manuscrito fuera similar a los códices mayas que se han conservado. Los códices, como el que inspiró el Popol Vuh, fueron considerados peligrosos por los evangelizadores, quienes buscaron con afán destruirlos y aun así algunos fueron conservados en secreto durante cientos de años. Posiblemente esto fue lo que llevó a los autores del Popol Vuh a tratar de conservarlo trasladándolo al alfabeto latino. Esos autores prefirieron permanecer en el anonimato –tal vez porque esos libros habían sido expresamente prohibidos– pero fueron enfáticos al señalar que la historia que presentan está basada en un antiguo manuscrito. En la introducción al Popol Vuh indican que transcribieron la ojer tzij, “antigua palabra”, mientras se encontraban en la uch’ab’al Dios, “plática sobre Dios”. Quienes compilaron el Popol Vuh lograron transmitir la historia y las creencias religiosas de los antiguos mayas de las Tierras Altas sin incluir elementos de los colonizadores europeos; el libro contiene muy poca influencia directa de la visión cristiana del mundo.
El lugar en que probablemente se elaboró el Popol Vuh fue Santa Cruz del Quiché, Guatemala, una ciudad fundada por los españoles en las cercanías de la antigua capital quiché: Cumarchac, también conocida como Utatlan. Al igual que los autores de las inscripciones en los monumentos de las antiguas ciudades en las Tierras Bajas mayas, los del Popol Vuh eran miembros de los linajes nobles. Escribieron las secciones históricas de ese libro desde la perspectiva de los linajes Kaweq, Nijayib’ y Ajaw K’iche, los que ostentaban los títulos de más alto rango entre los señores del reino quiché. Se trata de tres señores (uno por cada linaje gobernante) que llevan el título de nim chokoj, “maestro de ceremonias”. A estos tres personajes en conjunto se le conocía también como u chuch tzij u qajaw tzij, “madres de la palabra, padres de la palabra”, lo que arroja luz sobre las razones que hicieron de ellos los encargados de conservar la “antigua palabra”, por medio de la escritura alfabética. El nombre de uno de ellos, Cristóbal Velasco, se conoce por otra fuente quiché. Era el maestro de ceremonias del linaje Kaweq, aunque poco más se sabe sobre él.
Los códices se utilizaban como guías para relatos míticos e históricos largos y complejos, cuya forma final se basaba en gran medida en una rica y antigua tradición oral. Los propios autores de la transcripción al alfabeto latino del Popol Vuh se referían al manuscrito pictórico en que se basaron como un ilb’al, “instrumento para ver”, término que aún se usa para referirse al cuarzo utilizado por los sacerdotes quichés en sus ritos de adivinación. Los gobernantes quichés consultaban el Popol Vuh en tiempos díficiles, para vislumbrar el futuro. Así, no es de extrañar que la posesión de esos libros fuera tan importante para los mayas de la época prehispánica y que para las comunidades de las Tierras Altas sea una cuestión de prestigio el preservar antiguos libros y manuscritos.
Los códices mayas conocidos, así como las inscripciones en estelas y otros monumentos, contienen textos breves y concisos, con referencias a fechas, personajes y eventos. Por lo general, estos textos estaban acompañados por imágenes que ayudaban a comprenderlos mejor. Ninguno de los textos que se conocen contiene los recursos retóricos, las detalladas descripciones, los comentarios y los diálogos que se encuentran en el Popol Vuh. Por ello, es probable que éste sea producto de tradiciones orales basadas en alguna medida en los detalles míticos e históricos esbozados en los textos glíficos y las ilustraciones asociadas que se encontraban en los códices.
Los autores del Popol Vuh en el alfabeto latino señalan que había dos maneras de leer esos libros: la adivinatoria y la narrativa. La lectura adivinatoria implicaba deliberaciones cuyo propósito era elaborar una declaración poética que arrojara luz sobre eventos futuros o zonas oscuras del pasado. Una lectura narrativa significaba contar las historias que subyacían tras las tablas astronómicas, las imágenes y los poemas, y que en parte se basaban en la tradición oral. La versión del Popol Vuh es producto de una lectura narrativa. Sus autores incluyeron referencias astronómicas, descripciones de imágenes y narraciones, pero las integraron en una historia más amplia.

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La información de este artículo fue tomada de dos ediciones del Popol Vuh: la de Dennis Tedlock, 1996, y la de Allen J. Christenson, 2007, y de las entradas correspondientes en The Oxford Encyclopedia of Mesoamerican Cultures, Oxford University Press, 2001.


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